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El calvario de la salud

Por: JORGE ALBERTO GUZMÁN A

La forma como se presta el servicio de salud en el país, ha generado últimamente las mayores protestas, hasta el punto de que muchos creen que la solución es derogar la Ley 100 de 1.993, olvidando que fue precisamente ésta la que con todos sus decretos y normas complementarias transformó el Sistema de Seguridad Social, no solo en lo referente al régimen pensional sino también en el de la Salud.

Bueno es recordar que antes de su expedición la atención a la Salud era un privilegio de los trabajadores del sector público, a través de las Cajas de Previsión Social del orden nacional, departamental o municipal y, de los del sector privado, por medio del Instituto de los Seguros Sociales. Excepcionalmente, existían Fondos especiales que prestaban   servicios semejantes.

El trabajador independiente, pobre o sin empleo, carecía de toda clase de asistencia médica y para poder acceder a ese servicio debía hacerlo por sus propios medios a consultorios, clínicas, hospitales o centros de salud asumiendo todos los costos como eran el de la consulta, la droga y la hospitalización si esta era necesaria y, a falta de recursos económicos acudiendo a onerosos créditos o a la caridad pública o privada, a cambio muchas veces de las donaciones de sangre de amigos o familiares.

Para las clases pudientes surgieron los Seguros a la Salud y, dentro de esa modalidad, las empresas de Medicina Prepagada que por una suma de dinero anual, variable de acuerdo con la cobertura o edad del asegurado o afiliado, le prestan a éste atención preferente en caso de enfermedad o percance a la salud.

Con el establecimiento del Plan Obligatorio  de  Salud  (P.O.S.), la prevención y tratamiento de enfermedades corre por cuenta de la Empresa Promotora de Salud (E.P.S) a la cual se está afiliado, unos en el régimen contributivo, por aportes obligatorios como un componente de la relación de trabajo o de la afiliación voluntaria, otros en el subsidiado (Sisben) creado para familias de bajo estrato social, generando todo ello una enorme congestión en el servicio.

La privatización del servicio de salud originó la proliferación de E.P.S. algunas por cierto de “garaje” y, a la par de éstas, de las llamadas Instituciones Prestadoras de Servicios (I.P.S), siendo constantes los abusos y prácticas corruptas de tales entidades por su codicia desmedida o, el manejo negligente e irresponsable de sus administradores y asimismo insuficientes las sanciones y mecanismos de control aplicados.

La víctima en el anterior panorama es el usuario, quien para poder ser atendido necesita  revestirse de la paciencia del santo Job pues es ahí donde comienza  su  calvario con un penoso recorrido de varias estaciones en un viacrucis que comprende: Lograr cita oportuna para consulta al médico general o las casi  imposibles al especialista; someterse a largas esperas en los consultorios y, lo que es peor obtener un procedimiento quirúrgico  que e n muchas ocasiones por no practicarse a tiempo sobreviene la muerte.

Que no decir también de los medicamentos formulados que por estar limitados a los de bajo costo del listado del  P.O.S. y no  ser siempre los apropiados, lo obligan a recurrir a la acción de Tutela pero, si con suerte  le son autorizados, a esperar con resignación que un llamado “comité médico” después de varios días los apruebe y hacer luego en la farmacia largas y extenuantes filas para su entrega.

El suplicio es mayor cuando el  paciente adolece de un mal crónico  como ocurre por ejemplo con las enfermedades respiratorias o cardiovasculares que lo obligan   en forma periódica  a someterse a tratamiento y, aún peor, cuando por la gravedad de sus dolencias, se ve precisado a recurrir a las Urgencias de las clínicas u hospitales, donde por lo general reina el caos, Muchas veces por ser insuficientes sus dotaciones y carecer de los elementos básicos, otras por falta de una evaluación previa a la atención médica, que racionalice el servicio para que cada enfermo reciba el manejo y tratamiento adecuado acorde con la gravedad o levedad del mal que lo aqueja.

A lo expresado se suma el trato descortés, muchas veces grosero, que recibe el usuario de empleados de las citadas empresas y, también del de las Clínicas y Hospitales que con su actitud insensible y deshumanizada en lugar de aliviar agravan al paciente.

Una reforma a fondo del servicio de salud debe ser    prioridad del Gobierno   para hacerlo más eficaz, grato y amable al usuario.

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