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Una excelente obra



Junto con los desengaños padecidos al final de su acrisolado existir, Orlando Fals Borda percibió también gratísimas sorpresas: Por ejemplo, la de que Julio César Carrión Castro, deseoso de un prólogo del sentipensante maestro, le presentara Itinerario de nuestra escuela (subtitulado: Visión crítica de los procesos educativos en Colombia). Y el cordial don Orlando halló después, durante analítica lectura, bondadosa semilla en “este interesante y bien escrito libro, (…) con la reflexión filosófica sobre asuntos tan trascendentales como la orientación y utilización del conocimiento que se transmite en la escuela.”

Ítem, agradablemente sorprendido le pondera “el rescate de lo político como elemento teleológico de la educación, tesis medio olvidada que Carrión elabora ampliamente”.
Inserta Julio, en su disertación, un comentario preliminar de Gabriel Restrepo, escritor, músico, sociólogo y   profesor  de la Universidad Nacional de Colombia,   con edificantes conceptos: verbigracia, en su “desconfío de todos los poderes, incluso del poder de Bolívar”.

Allí, en Itinerario de nuestra escuela, Carrión Castro asevera, poética y elocuentemente: “La historia no puede registrar de manera definitiva  la derrota de los sueños ( … ) Los procesos fracasados de alguna forma continúan, persisten en el indómito territorio de las utopías, que permanentemente reelaboran los imaginarios populares.”
Advierte, igualmente, que “el establecimiento de una sociedad nueva, diferente, no represiva, continúa siendo un sueño a realizar”.
Aplaude aquellos conatos de “cuestionamientos y exigencias populares contra los lineamientos trazados por quienes detentan la hegemonía intelectual”. Y, asimismo, lo relativo a las resistencias para “no desaparecer bajo el turbión de un pretendido uniformismo”.

Carrión anhela “una utopía estética, que apoye  nuevos proyectos e ideales y contribuya a la fundamentación   de  más  creativos procesos y actividades pedagógicas”.
Referente a nociva tradición, opina que: “Nunca ha existido en Colombia un sólido pensamiento en torno a lo pedagógico, hemos sido víctimas siempre de los enmascaramientos ideológicos, de las ambigüedades  y de las modas (…) Por su parte los partidos políticos siempre vieron la escuela como instrumento de adoctrinación para la j u v e n t u d   e n   s u s   r e s p e c t i v a s ideologías.”

Tocante a tránsfugas, con ribetes de satírico morigerar atisba: “Esta particular característica de la intelectualidad  política  colombiana, conocida popular mente como lentejismo, ha sido constante, manteniéndose e incluso fortaleciéndose en el presente”.

Respecto a lo de tantas sencillas vidas ruinmente extinguidas por protervos  intereses  de  inveterados grupos  avasalladores (secta conservadora y secta liberal), apropósito de ignominiosas guerras civiles  inteligiblemente  señala:  “En medio de estas dos fuerzas opositoras se encontraban las masas de campesinos,  indígenas,  negros, mulatos y mestizos enajenados mediante lealtades personales a los caciques y gamonales regionales, que les arriaban como reses al matadero, en las diversas contiendas y a favor de cualquier causa”… Complementando, considera que así “quedó instaurada una impronta de odio, irracionalidad y violencia en las relaciones políticas y sociales de los colombianos, que aún no logramos superar.”

Ya   concluyendo   su   exquisita exposición, Carrión desgrana sesudas reflexiones en cuanto a: “El establecimiento  de  la  ciencia  y  la tecnología como nuevos ídolos de la humanidad (…) Comportamientos y actitudes que descansan en la competitividad,  el consumismo  y la ideología del éxito, conformando un mundo deshumanizado, ajeno a los sentimientos   de   solidaridad y comunidad   ( … )   Manipulación creciente de  las  conciencias  y  las mentalidades colectivas, hoy sometidas a la uniformidad (…) Nuevas formas de barbarie (…) La búsqueda de placeres sin esfuerzo, la monotonía existencial, el aburrimiento cultural y el desencanto espiritual y moral (…) Se amplía la urdimbre  de nuestros  seculares miedos, engendrando nuevos pavores (…) Las opciones reales de exterminio colectivo no han cesado.”

(Pero, esperanzadoramente aguarda contemplar, realizada, “la afirmación de Kant de que la educación no debe ser para la sociedad actual, sino para una sociedad mejor”).

Planteamientos tan coherentes, tan convincentes y tan cogitabundamente  expresados, los de Julio César Carrión Castro en su Itinerario de nuestra escuela… Unos razonamientos tan sinceros, que motivaron a  Orlando Fals Borda para, regocijado, apreciar cómo “sobresale el sentido misionero y utópico en el mejor sentido de esta obra, tan seria y bien pensada, en la que  se nos  recuerda  la obligación que tenemos – en especial quienes actuamos en universidades- de inducir y estimular las posibilidades del crecimiento espiritual e intelectual de nuestro pueblo”.

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